Ateo, cocainómano, cómico, hippie, actor... de George Carlin (1937-2008) esperábamos que estuviese más tiempo con nosotros. Y nos agarrábamos a esa convicción, a pesar de sus múltiples problemas cardíacos, a pesar de una vida de excesos, porque en su último especial (último, último, resuena) “Es malo para ti” (2008) nos enseñaba las cuatro ventajas de ser un “jodido viejo”: te está permitido evitar las reuniones sociales diciendo “estoy cansado”; no tienes que levantar peso; no eres responsable de tus actos (¡viva el Alzheimer!); y, sobre todo, te puedes cagar encima sin problema. Él recitó, a principios de los setenta e inspirado por Aristófanes, las siete palabras prohibidas en televisión, y que todavía cuesta escribir en un periódico, “Cagar, mear, follar, puta, chupapollas, hijo de puta, tetas”.
Amigo de Lenny Bruce y maestro de Bill Maher, Carlin nunca creyó en Dios (“Sólo creo en Joe Pesci”) ni en el Cielo (“un bar de carretera en la autopista al aeropuerto”) pero siempre confió, bendito hippisimo, en el ser humano. Bien se podría homenajear a este sabio, a este genio, con las palabras que le dedicó Bob Dylan a Lenny Bruce: “Fue el hermano que nunca tuvimos”.